domingo, 14 de agosto de 2016

Soberanamente.



Permíteme ser brevemente sincero, ésta vez duele.



No entendí las reglas, ni acepto las condiciones.
La tranquilidad se ha ido y no soporto la existencia.
Es absurdo.
Es ridículo que el sol aparezca para mostrar sólo desazón,
y es soberanamente cruel que se vaya sin iluminar sonrisa alguna.

El dolor no acaba con el hombre, es sin más “un signo inequívoco de que estamos vivos y queremos seguir aquí para saciarlo”, es quien me da voz para decir esto, es quien agita la sangre a pulsos peligrosos y es quien se atreve a hacer de la vida una elegía interminable.

Hermano de la alegría
Condenado con chance al escape
Férreo enemigo del olvido

Delicadamente te recuerdo y brutalmente me haces falta.
La libertad de ausentarse casi resignifica la más bella palabra.
“Libertad de amar” y “Libertad de irse”; poder quitarse el corazón y desvivir.
Sacrificio con fines más patéticos que nobles.

Discretamente hablo de ti y tanto así que ni la luna me oye,
y tanto así que no invito a todos los recuerdos,
y tanto así que sólo las flores lo saben,
y tanto así que al olvido no le interesa,
y tanto así que anoche me dormí esperándote en el cementerio.

Me asalta el futuro y sólo tengo ayeres para entregarle.
No le entrego nada:
 -Vete de aquí, el calendario es sólo una mediocre forma de entender el tiempo. Yo amo, y el amor esculpe los días.
Hay cosas que pueden ser eternas, aunque sea en términos de seres tozudos, de seres del deseo reacios al sublimar.

Delicadamente te recuerdo y tanto así que ya te lloro sin lagrimas.



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